Buscador

Twitter

Facebook

Historia | 1974: El exorcista, Grace Kelly y el crujido del puente al paso de La Esperanza

El Penitente
Compartir Noticia
Historia | 1974: El exorcista, Grace Kelly y el crujido del puente al paso de La Esperanza

Cuando se decide, en 1844, hacer un puente que sustituya al famoso Puente de Barcas, que unía el arrabal trianero con el centro de la ciudad, son los duques de Montpensier, con residencia por aquel entonces en Sevilla y conocedores del puente Carrousel de París, los que encaprichados de él convencen al Cabildo de incluirlo como propuesta. Tanto es el parecido del diseño con el de la capital Francesa, que al salir ganador, hubo que abonar el importe de la licencia de la patente del puente. Poco imaginaban los artífices de dicha proeza que poco más de un siglo después, el puente de los ingenieros franceses Berdarder y Steinacher estuvo a punto de desaparecer y ser sustituido por uno de hormigón. Todo sucedió en la Semana Santa de 1974, en una lluviosa Madrugá en la que el puente de Triana crujió al paso de La Esperanza y de la que se cumplen ahora cincuenta años.

Aquel año, 1974, llegaba a las pantallas la película El Exorcista, del director William Friedkin, provocando miedo y mareos a partes iguales entre sus primeros espectadores, a los que esperaban ambulancias a las puertas de los cines y cuya responsable de todo era una niña a la que le daba vueltas la cabeza. Mientras, el mundo se reunía en París para despedir al fallecido Georges Pompidou, presidente francés y las cámaras se esmeraban por captar las imágenes de la princesa de Mónaco, Grace Kelly, recibiendo el cordón de la Orden de Malta. La actriz, años más tarde, visitaría la Feria de Abril y acabaría siendo inmortalizada por Manuel Echegoyán, tallándola en uno de los medallones de la fachada plateresca del Ayuntamiento. En Sevilla, el año comenzaba con huelgas en los institutos en contra del nuevo examen de Selectividad y la subida de tasas y matriculas universitarias. La inestable situación política tras el asesinato del presidente Carrero Blanco y el enroque del régimen sobre si mismo se tradujo en controvertidas ordenanzas de funcionamiento para las Hermandades, recibidas con cierto recelo por unos cofrades que estaban a punto de vivir una Semana Santa de las más lluviosas que se recuerdan.

El Domingo de Ramos, 7 de abril, fue el de la recuperación de la talla del Cristo de la Humildad, que no procesionaba desde 1937 y que ese año estrenó paso de Guzmán Bejarano y potencias. También fue el de la primera cuadrilla de hermanos costaleros del Amor o el de La Estrella roneando por calle Betis. El negro cielo de un Lunes Santo en el que Las Aguas salieron desde la judería de San Bartolomé y la Vera-Cruz hizo lo propio desde las Capuchinas de Santa Rosalía, ya anunciaba lo que estaba por llegar. El Martes Santo de 1974 amaneció acompañado de unas intensas lluvias que deslucieron la jornada, aunque la Bofetá, al igual que se repetiría en 2003, se erigió en protagonista al ser la única que decidió realizar su salida procesional. El Miércoles Santo de hace cincuenta años lo abrió las Siete Palabras y lo cerraba La Lanzada, corriendo el Jueves la misma suerte que vió como las primeras hermandades del día volvían a sus templos por los aguaceros. Si salieron la hermandad de Montesión y la de Las Cigarreras, que aportó la valentía de su nuevo paso de misterio, de Francisco Buiza. Fue también el Jueves Santo en el que despedimos al Cirineo de Pasión que procesinó por última vez y que nos lleva a aquella aciaga Madrugá de tempestades en el que el puente de Isabel II tembló al paso de La Esperanza de Triana.

Para sorpresa de los cofrades y contra todo pronóstico, las hermandades de aquella fría y lluviosa madrugada de Viernes Santo decidieron poner sus cofradías en la calle. Poco duró la tranquilidad,
cuando los primitivos nazarenos del Silencio dan media vuelta sobre sus pasos al ser sorprendidos por una leve lluvia, que, en cambio, no amilana al resto de las cinco cofradías de la jornada que continuaron con sus cortejos con relativa normalidad. La noche se rompió cuando la Macarena llegaba a la carrera oficial, buscando refugio la de San Gil en la iglesia de la Anunciación y el misterio en la Catedral. Aquel año, volverían a su barrio el Domingo de Resurrección. La hermandad del Gran Poder volvió a su templo con la mitad de sus nazarenos, por el camino más corto y entre fuertes chaparrones que aún recuerdan en la corporación de San Lorenzo. Los Gitanos se volvía mientras que La Esperanza de Triana por su parte, buscó cobijo en la Magdalena, mientras El Calvario regresaba por Pedro Caravaca hacia el antiguo templo dominico.

Ya de regreso a la Capilla de Los Marineros, aprovechando un claro en el cielo de la mañana del Viernes Santo, la hermandad de la que por aquel entonces era hermano Mayor Antonio Ordoñez, fue sorprendida de nuevo por la lluvia, lo que hizo acelerar la velocidad de sus pasos que buscaban el puente para llegar lo antes posible a su sede canónica. Las prisas por recortar camino hicieron coincidir a los dos pasos de la hermandad trianera sobre el abarrotado puente, que, para susto de los allí presentes, en cierto momento sorprendió con un sonoro crujido, acompañado de una vibración, provocando el pánico de los cofrades.
Tras el cimbreo del Puente de Triana esa noche, la administración resolvió el incidente cerrando el puente al tránsito y desempolvando un viejo proyecto en el que se derribaba el viejo puente de los Montpensier y se sustituía por otro nuevo de hormigón. La indignación de los ciudadanos y expertos provocaron que se hicieran estudios para restaurar el puente, provocando que las hermandades trianeras buscaran opciones para llegar a la Catedral. Por ejemplo, la Estrella atravesó el pasaje José Ramos Lagares buscando el paseo de La O y Chapina al igual que El Cachorro y La O mientras que la Esperanza de Triana regresó por el Puente de San Telmo a su barrio.

Un puente que creó precedente ya que a instancia de ciudadanos y actores sociales, se hace una valoración simbólica de una obra pública: “El puente, de evidente belleza, puede considerarse como un monumento incorporado al alma de Sevilla y Triana”. Un puente que fue capricho de su ciudad mantenerlo, gracias a cuya constancia y la acertada intervención conservadora, lo podemos seguir disfrutando.
Texto: Juan Miguel Sánchez @juanmi_sanchez_

Compartir Noticia
Arriba!