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La Virgen de la Esperanza y el Santísimo Cristo de la Expiración, Reyes de la ciudad eterna.

El Penitente
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La Virgen de la Esperanza y el Santísimo Cristo de la Expiración, Reyes de la ciudad eterna.

En torno a las 14.00 el aire comenzaba a oler a incienso y nervios. Olía a promesa cumplida. A oración teñida de verde. Roma se volvió andaluza por un día. No por sus muros ni por sus piedras, sino por lo que caminaba sobre su vías históricas: la Esperanza de Málaga y el Cachorro de Sevilla.

Allí estaban. Dos nombres que aquí en el sur lo significan todo. Ella, la Reina coronada del verde eterno, la que siempre espera sin perder la fe. Él, el Señor que muere mirando al cielo, con los labios entreabiertos como si aún tuviera la esperanza de que su destino fuese otro.

Miles de almas los seguían. No era una procesión cualquiera: era una peregrinación por la esperanza de todos los cristianos del mundo. No era una calle cualquiera. Era Roma. Y Roma los acogía como se acoge a quien se ama desde siempre, aunque nunca se haya visto.

En el trono de la Virgen de la Esperanza iba Málaga entera, y ella avanzaba si estuviese levitando. Con cada uno de los pasos de las faraonas verdes, se encontraban los nombres de tantos escritos en el corazón.

Y los romanos, muchos sin comprender del todo, se quedaban incrédulos ante lo que pasaba ante ellos. Lo que veían no necesitaba traducción: la fe más sincera se les había presentado al son de cornetas y tambores y de banda de música. Lo sagrado, cuando es verdadero, atraviesa culturas y tiempos. Ese sábado, Roma fue más católica, más universal, más humana de lo que ha sido nunca.

Cofrades que llevaban meses soñando con algo como aquello, caminaban en silencio. Muchos rezaban. Otros no decían nada. Y otros no podían contener la emoción gritándole a su virgen lo guapa que estaba.

Porque eso fue lo que ocurrió. Un milagro en forma de procesión. Una fusión de Pasión y Esperanza. Un latido de Sevilla y Málaga en el corazón del mundo cristiano. Y cuando terminó la jornada y se apagaron los cirios, Roma no volvió a ser igual. Porque cuando la Esperanza pisa con el Cachorro a su lado, hasta las piedras romanas se estremecen.

Este día fue de todos los que nos llamamos cofrades. Porque lo que se vivió en Roma, más allá de ser historia, fue la fe por Dios y por su Madre caminando por las calles de la ciudad eterna.

Ahora, la Virgen de la Esperanza, ha vuelto a casa junto a sus devotos. Y quienes quieran volver a encontrarse con Ella, lo podrán hacer desde este mismo jueves 22 de mayo y hasta el sábado 24, en la Catedral de Málaga. Allí permanecerá en besamanos, de 10:30 a 18:30 horas. Será un reencuentro íntimo, sencillo y cargado de emoción, para agradecer, para rezar, para mirar de frente a la Esperanza.

Además, cada jornada concluirá con la celebración de la Eucaristía a las 18:30 horas, oficiada por el director espiritual de la Archicofradía y rector de la Basílica, Antonio Collado; el cura párroco de Carrión de los Céspedes, Antonio Romero Padilla; y el deán de la Catedral de Málaga, José Ferrary.

Y como colofón a estos días de gracia, la Virgen saldrá de la Catedral el sábado 24 de mayo a las 20:00 horas, en procesión extraordinaria hasta su basílica, en la Plaza Lola Carrera. No será un simple traslado, sino el broche de oro de un acontecimiento que ya es eterno en la memoria de los cofrades.

El itinerario, ya disponible en nuestro apartado de salidas extraordinarias y en geolocalización, será el siguiente: Catedral de Málaga, San Agustín, Plaza Jesús Castellanos, Granada, Plaza del Siglo, Plaza del Carbón, Plaza Marcelo Spínola, Calle Granada, Plaza de la Constitución, Especería, Nueva, Plaza Félix Sáenz, Sagasta, Plaza Arriola, Atarazanas, Prim, Puente de la Esperanza, Hilera y, finalmente, Plaza Lola Carrera.

Porque cuando la Esperanza regresa, no lo hace sola: vuelve con todos los que han creído, llorado, y amado a su lado.

Blanca Ramos-Noguera y Laura Pérez Guerrero

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