Buscador

Twitter

Facebook

“Aquí vengo, a reconfortarme el corazón”

El Penitente
Compartir Noticia
“Aquí vengo, a reconfortarme el corazón”

Día 11 de mayo en la calle Adriano, donde el Hijo de Dios descansa en el regazo de una Madre que es aún más joven que Él. Las puertas de la capilla de la Piedad vuelven a abrirse tras más de un mes y medio cerrada al culto. El barrio del Arenal se reencontraba con su Hermandad del Baratillo, con sus hermanos, con su Santísimo Cristo de la Misericordia, Nuestra Señora de la Piedad y María Santísima de la Caridad en su Soledad. Pero, sobre todo, Sevilla, tan necesitada de encuentros, se reencontraba con Dios.

A partir de entonces las misas en Sevilla se han desarrollado conforme a las directrices gubernamentales y a las recomendaciones de la Archidiócesis relativas a las medidas de prevención sanitarias: mascarillas obligatorias para acceder y permanecer en los templos, aforos limitados, uso de geles hidroalcohólicos, distancia interpersonal, rito de la paz sin contacto físico, distribución de la Sagrada Comunión en la mano y en silencio...

De igual manera, los besamanos se han ido sustituyendo por veneraciones, las elecciones han sido (en su mayoría) pospuestas, las convivencias suprimidas o reducidas al mínimo… Y por supuesto, las tradicionales velás, los certámenes de bandas y los cultos externos se han esfumado de nuestros itinerarios particulares.

Ante estas excepcionales circunstancias, nuestras hermandades, además de cumplir con las correspondientes medidas sanitarias, se han adaptado a los tiempos que corren y a las necesidades de los fieles. Ejemplo de ello han sido los cultos retransmitidos por “streaming” y la encomiable labor asistencial que ha servido de sostén para miles de familias.

Julio y agosto han dado el cerrojazo, y la melodía de las olas que rompen en nuestras playas guardan testimonios que hablan de una primavera marcada por la soledad.

Ahora bien con la llegada de septiembre, la mayoría de nuestros templos y, por ende, nuestras hermandades, vuelven a la “nueva normalidad”.

No dejéis la oportunidad de seguir yendo al encuentro de Dios, de ahondar en lo más profundo de vuestra fe, de buscar en la solemne mirada de vuestros Titulares esa complicidad íntima que quedó confinada durante gran parte de esta amarga primavera. Ellos os esperan, donde siempre y a la hora de siempre, para acercaros aún más a Dios.

No aguardéis a sentir ese vacío que nos trajo el confinamiento, cuando el único contacto posible con nuestras devociones era el de esa pequeña fotografía que permanece incorrupta en nuestra cartera.

Ese vacío insondable se vio roto por la emoción contenida reinante en todos aquellos templos que, felizmente, procedieron a su reapertura aquel 11 de mayo de este aciago año 2020. Concretamente, el abajo firmante lo pudo comprobar en el corazón del Arenal.

Como os contaba al principio…El reloj marcaba las diez de la mañana. La capilla de la calle Adriano volvía a abrir sus puertas para decirle al Arenal que la Virgen de la Piedad ya nos esperaba para recibirnos en su regazo.

Unas palabras despojadas de cautelas y revestidas de la más profunda sinceridad resonaron en las entrañas de la coqueta y acogedora capilla, y rompieron con el crepitar de la lluvia que comenzaba a caer en el exterior: “Aquí vengo, a reconfortarme el corazón”. Era Pepe (de la taberna "La Fresquita"), una persona noble y un gran cofrade. Sus ojos, y los de los allí presentes rezumaban felicidad y desahogo.

Imagino que esos sentimientos se encontraron en todas y cada una de las hermandades que volvieron a abrir sus casas. Las redes sociales comenzaron a inundarse de fotografías publicadas por hermanos y devotos, los cuales, al fin, tras un largo periodo de tiempo, anunciaban ese reencuentro tan demandado y esperado.

Desde entonces, se me viene a la mente la misma pregunta. En estos tiempos en los que, en muchos casos, predomina lo vano y lo mundano; los vídeos y las fotos rutinarios; los tuits y los retuits; las nuevas y magníficas composiciones musicales y los cambios de bandas mediáticos… ¿Por qué no hacemos nuestra la frase del bueno de Pepe, y la ponemos en práctica con más asiduidad?

¿O tenemos que volver a una situación como la vivida en el confinamiento para acudir al encuentro de Dios?

Jesús Hepburn Hernández

Arriba!