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Arte | Luisa Roldán y la autoría de La Estrella. Historia de una artista silenciada

El Penitente
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Arte | Luisa Roldán y la autoría de La Estrella. Historia de una artista silenciada

Mide 168 centímetros de altura y presenta el rostro levemente inclinado hacia la derecha. Sus ojos son de cristal, bajo pestañas postizas, con la vista hacia abajo y protagonizan una de las miradas más penetrantes de la Semana Santa de Sevilla. Por sus mejillas resbalan seis lágrimas, tres por cada una. Su llanto es entrecortado y sobrecogedor. Su boca entreabierta, en estética congoja, permite ver la talla de los dientes. Su cabellera es tallada. Las manos, exquisitas, son de gran expresión, que completan tan magna talla. La derecha, con los dedos levemente curvados, porta en el paso de palio el Santo Lignum Crucis en un relicario y la izquierda, se presenta semiextendida. Es la Virgen de La Estrella, una de las imágenes más impactantes y de mayor devoción de la capital hispalense y que forma parte del club de imágenes anónimas de la ciudad.

La autoría de la Virgen de la Estrella ha sido atribuida tradicionalmente al escultor Juan Martínez Montañés. Cierto es, que el rostro de la dolorosa no se asemeja a las idealizadas facciones marianas realizadas por el imaginero, con lo que las manos responsables de la titular trianera ha sido siempre un misterio. Entre septiembre de 2009 y enero de 2010, se le realizó a la talla una intervención de conservación y restauración en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, IAPH, llevándose a cabo igualmente un profundo estudio histórico artístico. Dicho estudio, arrojó nuevos y reveladores datos sobre la autoría de la imagen. La restauración sirvió, no sólo, para devolver a la corporación trianera una Estrella en unas condiciones inmejorables, también, para atribuir con fundamento su autoría al taller del matrimonio formado por Luisa Ignacia Roldan (apodada con cierto tono despectivo como La
Roldana) y su esposo Luis Antonio de los Arcos.

Históricamente han existido tres líneas de atribución: por un lado, la decimonónica de Bermejo, seguida por la de Hernández Díaz, que atribuye erróneamente la imagen a Martínez Montañés. La atribución es de una imagen anterior, que poseyó con la actual, del inventario de 1709 y que era de gloria.

La segunda, es la del conservador José Luis Romero Torres, que se decanta por incluirla en el catálogo del escultor Cristóbal Ramos, considerándose poco probable, dada existencia en el citado inventario de 1709 de dos imágenes de la Virgen de la Estrella y entendiéndose que la hermandad no realizaría otra talla más en fechas tan cercanas a la ejecutada entre 1665 y 1709.

La tercera atribución, por la que los especialistas se inclinan con más fuerza, es la defendida por los investigadores e historiadores del arte gaditanos Francisco Espinosa de los Monteros y Lorenzo Alonso de la Sierra. Esta atribución se mantiene desde el punto de vista estilístico y que se encuadra perfectamente en las fechas acotadas
1665-1709, en las que se ejecutó el simulacro actual de la titular trianera.

Al no localizarse documentación sobre la obra, sus autores o propietarios que permita fundamentar la autoría, fue necesario estudiar la documentación tangencial que pudiera aportar pistas sobre, por lo menos, la fecha de ejecución de la imagen para, con las características estilísticas y la confrontación de las teorías existentes,
llegar a una hipótesis de atribución. Hay que decir que los protocolos notariales del periodo de ejecución de la imagen (entre 1665 y 1709) fueron revisados de forma directa en las fechas correspondientes a la estancia en Andalucía de Luisa y su marido, entre los años 1670-
1690.

Otra vía de aproximación al conocimiento de la obra es el estudio directo de la misma, sus características morfológico-estilísticas y su comparación con otras obras de la misma época, taller, círculo o autoría. Imágenes como la Soledad de Puerto Real, el Ecce Homo de la Catedral de Cádiz o la del arcángel San Miguel venciendo al
demonio de la Basílica de San Lorenzo del Escorial arrojan peso suficiente para adjudicar la autoría de la Virgen de La Estrella al
taller del matrimonio Arcos-Roldán.

Nacida el 8 de septiembre de 1652 en Sevilla, Luisa Ignacia Roldán, aprendió el oficio en el taller de su padre, el reconocido escultor Pedro Roldán. Puesto que el negocio recibía una gran cantidad de encargos, la mayoría de los doce hijos del imaginero, además de otros ayudantes, trabajaron en él. Un lugar que estaba destinado a determinar por completo la vida de la joven, quien más provecho sacó de este aprendizaje, absorbiendo todos los detalles de las técnicas de su progenitor y poniéndolas en práctica en muchos de los
encargos. A pesar de que no hay documentos que lo avalen, muchos estudios atribuyen algunas obras de esta época producidas en el taller a la escultora. Fue también en el taller de su padre donde conoció a Luis Antonio, quien se convertiría en su marido en contra de su familia. El suceso es conocido como el rapto de la Roldana. Dado que una mujer debía permanecer bajo tutela masculina, salió de su casa avalada por un mandamiento judicial y pasó varios días bajo la custodia de otro hombre hasta que se celebró el matrimonio,
el cual tuvo lugar el 25 de diciembre de 1671 en ausencia del padre de la novia.

El matrimonio se traslada a Cádiz, donde da comienzo su trayectoria profesional en el taller que regentaba la pareja. Posteriormente y con la intención de sacar partido a la fama que se había labrado hasta el momento, Luisa y Luis se instalan en Madrid con el sueño de trabajar para la corte. Una aspiración que se hizo realidad, pues en 1692 la Roldana consiguió lo que ninguna mujer había logrado hasta entonces, ser nombrada escultora de cámara de la corte real. Por la contra, Luisa es una de las artistas menos estudiadas y conocidas. Su desgracia le llegó precisamente por ser mujer en un mundo destinado a los hombres. Hoy, se considera que sobre ella recaía gran parte del trabajo que se realizaba en el taller que compartía con su marido, sin embargo, era él quién se llevaba el mérito puesto que las mujeres no podían firmar contratos. Debido a esa injusticia social
de la época, la mayoría de las obras que actualmente se identifican con Luisa Ignacia no son más que atribuciones ya que no se han encontrado documentos que avalen dichas teorías.

La poca documentación sobre ella deja en la sombra muchas etapas de su vida, como la más cercana a su muerte, que tuvo lugar el 10 de enero de 1706. Ocurrió pocos días después de firmar una declaración de pobreza, pues a pesar de su éxito profesional, las estrecheces económicas nunca abandonaron a esta pionera que sorteó todas las
dificultades para dedicarse a aquello que mejor sabía hacer: arte.

Texto: Juan Miguel Sánchez @juanmi_sanchez_

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