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1995: La última Madrugá de Lola Flores, una varicela-zoster y el encuentro de las Esperanzas

El Penitente
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1995: La última Madrugá de Lola Flores, una varicela-zoster y el encuentro de las Esperanzas

La madrugada del 15 de mayo de 1995, España se despertaba sobresaltada, con la noticia del fallecimiento de la artista andaluza, Lola Flores, en Madrid. No fue una madrugada fácil para nadie. Ni sus seguidores, ni sus familiares, ni un país entero estaban preparados para que llegara ese momento. Esa mañana de mayo, también Sevilla se despertaba sobrecogida mientras contemplaba estupefacta por televisión a las más de 150.000 personas que hicieron cola a las puertas del Centro Cultural de la Villa de Madrid, situado en la Plaza de Colón, para dar su último adiós al mito jerezano. Tan sólo 30 días antes, el 14 de abril, en otra madrugada muy diferente, la misma ciudad veía como ‘La Faraona’ pisaba de nuevo sus calles, con las que tenía un vínculo muy especial, a las que se trasladó siendo una niña y donde transcurrió gran parte de su infancia. La centenaria artista regrasaba para hacer histórica a la Semana Santa de 1995, en la que miró a la cara al Señor del Gran Poder, una de sus grandes devociones, en la que sería sin saberlo, su última Madrugá sevillana.

Pero esa noche pasaría a la historia, además, por otro acontecimiento imborrable, posiblemente uno de los más recordados de la Semana Santa más reciente, uno de esos hechos fortuitos de apenas unos minutos de vida, pero que perduran toda una eternidad en el recuerdo de los sevillanos. Hablamos del encuentro de las dos Esperanzas en la Catedral de Sevilla. Un cara a cara rápido. Fugaz. Una Salve. Unos abrazos. Una unión que se fortalece. Y de nuevo, cada una a retomar su camino. Así fue, hace ahora 29 años el encuentro de las dos devociones marianas más importantes de la capital hispalense, un momento único que fue transmitido en directo por televisión y que captó con su cámara el fotógrafo Gabriel Pou, que lo llevó a la portada de ABC.

Aquel año, el del cartel de Maireles, la lluvia había impedido que un mes antes el Señor del Gran Poder recibiera sobre su paso la Medalla de Oro de la Ciudad y sorprendió el Martes Santo a la hermandad del Dulce Nombre en la Templo Metropolitano, donde quedaría resguardada hasta el Domingo de Resurrección, jornada en la que también regresó la Candelaria desde la Universidad. Pero de todas las imágenes que la lluvia regaló aquel año, la de las dos Esperanzas frente a frene fue la más emotiva, en una Madrugá que se desarrollaba con normalidad hasta ese momento. Las seis cofradías de la jornada se encontraban realizando sus respectivas estaciones de penitencia, cumpliendo los horarios, cuando una llovizna sorprendió al palio de la Macarena a unos pasos de la Plaza de la Virgen de los Reyes, en el umbral de la Puerta de los Palos. Los de San Gil no quisieron arriesgar y decidieron dejar el paso de palio en la Catedral, a escasos metros de la Capilla Real, para sorpresa del público que esperaba fuera y de los propios periodistas que retransmitían en directo.

El Silencio había concluido su estación de penitencia y los titulares del Gran Poder, de nuevo traicionados por la meteorología, fueron cubiertos con un plástico, regresando antes de su horario a la basílica de San Lorenzo. Por su parte, el misterio del Señor de la Sentencia, tras amagar con refugiarse en Salvador, finalmente acabó haciéndolo en la Iglesia de la Anunciación, esperando la posibilidad de que el cortejo pudiera reunificarse tras haber quedado fragmentado. En la Catedral, con el palio de la Virgen de la Esperanza solo habían quedado los nazarenos más cercanos a la Dolorosa y el cuerpo de acólitos. La incertidumbre era alta y se pensó incluso en suspender la Estación de Penitencia, pese a que la desalentadora lluvia no persistió mucho, permitiendo a El Calvario poner su Cruz de Guía en la Plaza Virgen de los Reyes segundos después de la decisión de la Macarena. Todo el cortejo de negros nazarenos de ruan pasó ante el palio de la Virgen de la Esperanza, deteniéndose ambos pasos en una muestra fraternal de cortesía entre hermandades poniendo rumbo directo hacia la Magdalena.

La llegada del Cristo de las Tres Caídas ya supuso un dulce anticipo de la estampa histórica que se estaba a punto de vivir. Los primeros aplausos estallaron cuando el centurión a caballo del portentoso misterio de la hermandad trianera, señaló el rostro de la dolorosa de la calle Parras, en un emotivo momento que regaló Joaquín Sainz de la Maza, en aquel entonces Hermano Mayor de la Macarena, tocando el martillo del paso.

Con las primeras luces del alba, a las siete de la mañana, se produjo el momento mágico, el de la emoción desbordada, cuando llegó la Esperanza de Triana a la Puerta de Palos. Allí, la Dolorosa trianera reviró en dirección a la Capilla Real, avanzando unos metros para encontrarse frente a frente con su homóloga del barrio de la Macarena. La Plaza Virgen de los Reyes estallaba en un abrumador aplauso por algo que solo podían intuir, pues no alcanzaban a ver. Ese privilegio lo tuvieron solo los pocos nazarenos y acólitos cercanos a ambos palios y las cámaras de televisión que pudieron grabarlo, para la dicha los cofrades. También para el niño de once años que fue el cofrade que escribe, obligado a contemplar aquella Semana Santa de 1995 a través de las retrasmisiones por una varicela-zoster y que como cientos de Sevillanos asistían boquiabiertos al histórico momento, pegados a la televisión.

En el recuerdo queda la inolvidable melodía de las bambalinas de la Esperanza de Triana al chocar con los varales que Orfebrería Triana realizara en 1988, mientras sus cuadrilla la llevaba con elegancia y poderío por las naves catedralicias, hasta encontrarse con la otra gran Esperanza de la ciudad. No se evitaron tampoco los aplausos en el interior del templo, cuando se detuvo el palio trianero a un metro del macareno, formando una pequeña bulla en el pequeño hueco entre ambos pasos, ambos rebosantes de la luz de sus candelerías, completamente encendidas. Emoción desbordada que se canalizó con el rezo del Salve Regina, finalizado con un ¡Vivan las dos Esperanzas de Sevilla!

La mejoría del tiempo obsequió a los sevillanos con un regreso triunfal de las dos Esperanzas a sus respectivos barrios. La Macarena se reorganizó en el entorno de la Anunciación, sin que fuese necesario que el palio entrara en la que fue sede de la hermandad en el pasado y ambas dolorosas entraron en sus templos pasadas las dos de la tarde tras vivir una Madrugá de Viernes Santo histórica, jornada recordada como el día en que las dos grandes Esperanzas de la ciudad, las dos Dolorosas que representan con distinto rostro a la Madre de Dios y misma advocación, se encontraron bajo el cielo de una ciudad que fue, más que nunca, el Templo de la Esperanza.

Texto: Juan Miguel Sánchez @juanmi_sanchez_
Fotografía: Gabriel Pou

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