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1820: La última Esperanza de Sevilla, obra cumbre de Juan de Astorga
El Penitente
Doscientos cuatro años se cumplirán en el próximo mes de febrero de la entrega, por parte de Juan de Astorga, de una dolorosa a la hermandad del Sagrado Decreto, sin saber que estaba destinada a convertirse en referente artístico en la obra del escultor malagueño y de la imaginería cofrade. En la Sevilla de 1820, la de la sublevación, la de la epidemia y la que dejó sus calles yermas de procesiones esa Semana santa en repulsa ante las prohibiciones de Moreno y Daoiz, un 9 de febrero, Astorga hizo entrega a la hermandad, que por entonces residía en el Convento de las Santas Justa y Rufina, de aquella nueva Virgen Dolorosa, la que actualmente recibe culto con la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza.
Nacido en el año 1777, en la localidad de Archidona (Málaga), Juan de Astorga se trasladó a Sevilla con doce años, ciudad donde se casó con una feligresa de Santa Catalina y con la que tuvo varios hijos, entre ellos, el que también sería escultor, Gabriel de Astorga. Sobre el imaginero, puede decirse que pese a haber heredado de Cristóbal Ramos y Blas Molner la huella del Barroco, la evolución de su obra la marcan dos influencias importantes: la académica y la romántica, despojando a las imágenes de los rasgos de dolor externos y dotándolas de más armonía y serenidad, distanciadas del desgarro emocional propio de la escuela sevillana.
Esta influencia romántica llevará al artista a centrarse de manera troncal en la imaginería y, en especial, en la religiosa, destacando entre sus obras al Crucificado de la Providencia de la Escuela de Cristo, las imágenes secundarias del Duelo de la Hermandad del Santo Entierro, o las múltiples dolorosas que realizó y en las cuales se vislumbran los rasgos descritos anteriormente, marcadas por el dolor interno y el gesto sosegado, dando como resultado tallas de extraordinaria dulzura. La Virgen de la Angustia de los Estudiantes, del Buen Fin de la Lanzada, la Presentación del Calvario o la del Subterráneo de la Cena llevan la firma del escultor que fue conocido por su coetáneo Félix González de León como el nuevo Roldán y cuya trayectoria marcará la diferencia en la imaginería religiosa, creando un estilo propio que influiría en escultores del siglo XX y que ha llegado hasta nuestros días.
Las palabras del historiador Palomero Páramo sobre la relevancia de la talla de la Virgen de la Esperanza, sirven como profecía y para apoyar el título de este artículo: “…no sólo por ser la más exquisita del surtido obrador de Astorga, sino porque en el futuro será progresivamente repetida hasta convertirse, junto con la Macarena, en el modelo más imitado por los imagineros del siglo XX en las Dolorosas que le encargan.”
La titular de la Hermandad de La Trinidad es el paradigma del estilo propio que el escultor archidonés otorga a sus Dolorosas. Los rasgos de esta imagen de candelero, tallada en madera de cedro, reflejan esa dulce serenidad cargada de fuerte emotividad. De sus escasos 1´58 metros y con esa leve inclinación de la cabeza hacia su derecha, nos entristecen su delicado y joven semblante, las cinco lágrimas que se escapan de unos ojos entornados, y un sollozo que entreabre sus labios, regalándonos la visión de su lengua y la hilera superior de sus dientes. Bajo los labios, un hoyuelo en el mentón y sobre los ojos, unas suaves líneas de cejas y un leve entrecejo fruncido.
Juan de Astorga cobró 900 reales de vellón por esta imagen, de la cual nos llama la atención que en la carta de pago se hable de la talla de una Señora de los Dolores, sin que aparezca el nombre de la Virgen de la Esperanza, lo cual hace pensar que no fue hasta años después cuando esta imagen tomó la advocación que en la hermandad veneraban desde el siglo XVII.
Todos los especialistas que han estudiado la obra de Astorga señalan unánimemente que la Virgen de la Esperanza es la más representativa de su amplio catálogo. A las palabras señaladas anteriormente del profesor Palomero Páramo, se podrían añadir las del profesor Roda Peña, el cual señala que “es su dolorosa más carismática, habiendo ejercido, en lo que a esta iconografía se refiere, un poderoso influjo sobre algunos imagineros contemporáneos hasta llegar a convertirse en un modelo repetidamente evocado o incluso imitado”. La Virgen que hace doscientos cuatro años entregara el escultor Juan de Astorga a la cofradía del Sagrado Decreto, se ganó rápidamente la devoción de Sevilla, que la convirtió en la última de las Esperanzas que realizan estación de penitencia en la Semana Santa. Un nombre, Esperanza, en una ciudad que contiene la respiración ante el rostro sereno y bello, que gracias al arte impecable de su escultor se funden en los últimos minutos la víspera de la Resurrección.
Texto: Juan Miguel Sánchez @juanmi_sanchez_
Fotografía: Adolfo Sánchez @ASanchezM90
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