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1921: Stravinski, ballets rusos y la Virgen del Refugio

El Penitente
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1921: Stravinski, ballets rusos y la Virgen del Refugio

En 1921 la Semana Santa se había transformado. Era otra cosa. Algo muy diferente a lo que había sido en siglos anteriores, donde el romanticismo decimonónico la había enriquecido, si era posible, de mayor belleza y esplendor. Las imágenes se vestían de nuevos bordados, de suntuosas platerías y los pasos de Cristo se volvieron neobarrocos. Era la explosión del regionalismo y Rodríguez Ojeda se encontraba inmerso en revolucionar la estética de una Semana Santa que había dejado de ser en blanco y negro. Gracias al ferrocarril y a las crónicas de los viajeros, la ciudad comenzaba a compartir su Semana Grande con visitantes foráneos que, al igual que los sevillanos, contemplaban la gran fiesta con ojos nuevos. El siglo XX daba sus primeros pasos con un Marcelo Spínola pidiendo por las calles y una promesa de prosperidad, que llegó ocho años después, aunque fue efímera.

En aquel año de desarrollo y crecimiento en el que se anunciaron las Fiestas de Primavera con el cartel del catalán Josep Morell Macías, procesionaron 39 cofradías, recuperándose así los números del siglo XVII. Con la reciente creación del Martes Santo en 1904, las hermandades salieron desde el Domingo de Ramos al Viernes Santo, a excepción del Lunes, que no será hasta dos años después cuando se vean nazarenos en esa jornada… no es casualidad que la Virgen de las Aguas saliera por última vez arrodillada a los pies del Cristo de la Expiración. La Bofetá, que se fundó dos años antes, estrenaba aquella Semana Santa nueva talla de Cristo y las imágenes del misterio de Ángel Rodríguez Maña. Son años en los que se están refundando y reorganizando cofradías, como la de San Benito, que lo hace en aquellos días en torno a la Virgen de la Encarnación y que no saldría hasta 1922, así como lo haría La Candelaria.

Igor Stravinski estuvo en la Sevilla de esa Primavera de 1921, deseoso de admirar la Semana Santa, alentado por lo que conocía de los testimonios de aquellos viajeros románticos de la época. Llegó directamente desde París, junto a su íntimo amigo y colaborador Serguéi Diaghilev, el creador de los ballets rusos y con quien trabajó en “El pájaro de fuego” o “La consagración de la Primavera”.

Cuentan las crónicas que el 24 de Marzo de aquel año, Jueves Santo, se podía ver a Stravinski y Diaghilev tomar una copa de manzanilla en el salón principal del Hotel Madrid de la Plaza de La Magdalena, entonces llamada del Pacífico, donde se alojaban. Esperaban al periodista Juan Lafita, que les hizo de Virgilio por los místicos misterios de aquella Semana Santa.
En la víspera, el compositor ruso vivió una experiencia estremecedora, según sus propias palabras, cuando escuchó la marcha Soleá dame la mano, de Font de Anta. Lafita les había relatado los detalles del origen de la composición, en los sórdidos y cenicientos muros de la Cárcel del Pópulo del Arenal. Sones de saetas de dolor antiguo de los presos al paso de La Esperanza de Triana. Fue entonces, en la zona de la antigua Puerta de la Carne, cuando Stravinski vio venir el palio que cobijaba la primitiva Virgen del Refugio de la Hermandad de San Bernardo, al ritmo de la música. Maravillado, dicen que el ruso soltó sobre la marcha que sonaba: "Feliciten al autor, porque estoy escuchando lo que veo y estoy viendo lo que escucho".

Texto: Juan Miguel Sánchez @juanmi_sanchez_

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